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Francis Kéré, Premio Pritzker 2022

El premio Pritzker 2022 es para Francis Kéré, el primer arquitecto africano en conseguirlo. Todo un hito para el continente y una inspiración para el mundo entero. Una historia de superación, talento y conciencia social contada a través de una arquitectura arraigada a su contexto, medioambientalmente sostenible y centrada en mejorar la vida de aquellos que más lo necesitan. En la obra de Kéré, el star system es la comunidad.

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Cada vez más, el jurado de los Pritzker está visibilizando un modelo de arquitectura muy alejado de los primeros premiados. Arquitectos como Shigeru Ban, Pritzker 2014; Alejandro Aravena Pritzker 2016, Balkrishna Doshi, Pritzker 2018; y Lacaton & Vassal, Pritzker 2021, vienen a demostrar un nuevo prototipo de arquitecto merecedor del “Nobel de la Arquitectura”. Un cambio de paradigma, en el que los grandes nombres y sus grandes obras pierden terreno frente a las obras imprescindibles y los nombres necesarios. Darles el protagonismo que merecen, mostrar al mundo su visión pionera e inspirar a futuras generaciones de arquitectos es, para nosotros, el camino acertado. 

Francis Kéré ha contribuido al desarrollo local y ha encabezado la construcción de instituciones educativas para ampliar los horizontes de miles de personas. Y lo ha hecho siendo fiel a sí mismo y sin olvidar nunca sus orígenes. Unos orígenes que nos remiten a la aldea de Gando, en Burkina Faso, donde, pese a ser el hijo mayor del jefe del pueblo, nació y se crio sin electricidad ni agua potable corriente. Corría el año 1965 y, desde el principio, sus padres quisieron que estudiase. Fue el primero de su comunidad en leer y escribir y, con 20 años, partió hacia Berlín con una beca de formación profesional en carpintería. Allí aprendió a hacer muebles mientras cursaba sus estudios de secundaria, hasta que, en 1995, consiguió otra beca, esta vez de la Technische Universität Berlin. Nueve años más tarde, en 2004, Kéré se graduó en arquitectura. Tenía casi 40 años.

A partir de ahí, podía haber llevado una vida cómoda en Berlín, diseñando grandes proyectos institucionales, rascacielos para multinacionales, o villas espectaculares para magnates europeos. Sin embargo, Kéré nunca había dejado de lado su verdadero objetivo: mejorar la vida de sus conciudadanos. Ya en 1998, había establecido la Fundación Kéré para financiar y fomentar el derecho a la educación. Fruto de ello, se levantó en 2001 la Escuela Primaria de Gando, un complejo educativo en cuya construcción participaron los lugareños y en el que se emplearon materiales, recursos y técnicas locales.

Precisamente, la Escuela Primaria de Gando le valió en 2004 el prestigioso premio Aga Khan, lo que, junto a su recién estrenado título universitario, le permitió fundar Kéré Architecture, con sede en Berlín y Uagadugú. Desde su nuevo estudio, desarrolló edificios médicos y educativos en todo Burkina Faso, además de Uganda, Kenia y Mozambique. Proyectos que incrementaron su prestigio y le permitieron acceder a encargos cada vez más simbólicos, como la Asamblea Nacional de Burkina Faso, la Asamblea Nacional de Benín, el Startup Lions Campus de Kenia y el Instituto de Tecnología de Burkina Faso.

Quizás este último edificio sea uno de los que mejor ejemplifica su dominio de las técnicas constructivas autóctonas para adaptarlas a un gran edificio actual, mejorando su rendimiento energético y potenciando su sostenibilidad. Sus paredes de arcilla, de gran espesor, facilitan la refrigeración natural de los interiores, al tiempo que la ventilación cruzada, los techos dobles y las cámaras de sombra generan espacios confortables, con una temperatura estable muy alejada de los 38 grados del exterior. Asimismo, los patios se conciben como puntos de encuentro y, en ellos, los árboles suelen tener un papel protagonista, en honor a la costumbre de reunirse en comunidad bajo sus ramas. Una muestra más de la habilidad de Kéré para aplicar soluciones tradicionales a la arquitectura moderna e incorporar las costumbres ancestrales a los espacios más vanguardistas.

Esa mezcla, tan abarcadora como equilibrada, deviene en funcionalidad, eficiencia y confort, pero también en identidad y asimilación de lo nuevo como parte de la cultura cotidiana. Una filosofía que ha consolidado un discurso propio, capaz de traspasar fronteras y adaptarse a entornos tan dispares como Londres, donde diseñó el Serpentine Pavilion de 2017, y Montana, donde creó el Pabellón Xylem, construido con la madera de árboles caídos e inspirado en la toguna, un refugio de la etnia africana de los dogones.

Con un trabajo que nos habla de la universalidad de lo local y de la responsabilidad social de la arquitectura, el Premio Pritzker 2022 es la prueba de que la integridad, la humanidad y la conciencia medioambiental no están reñidas con un éxito global.

Nuestra más sincera enhorabuena, Francis Kéré.

TEXTO: Nacho Carratalá

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