El Reino Unido ha entrado por derecho propio en la historia de la arquitectura contemporánea. Y lo ha hecho con algunos de los arquitectos más rompedores de las últimas décadas. Auténticos visionarios capaces de concebir proyectos adelantados a tu tiempo, genios con un lenguaje propio que trasciende lo individual y se extiende a la totalidad de sus obras. Un trabajo global que marcará el camino a seguir, no solo desde un punto de vista estético, sino también, y sobre todo, desde una perspectiva conceptual.

Sir James Stirling (1981)

El más desconocido de los Pritzkers ingleses es también el primero en recibir la distinción. A pesar de que, en sus inicios cuestionó sistemáticamente los preceptos del movimiento moderno, sus referentes hay que buscarlos entre las últimas obras de Le Corbusier. Una influencia que se deja notar en el funcionalismo que lo aproxima a los fundamentos brutalistas, aunque con más ladrillo y menos hormigón visto.

De él nos quedamos con su denominada “Trilogía roja” (el Queen´s College , el edificio Leicester de la Facultad de Ingeniería y la Facultad de Historia de Cambridge) y con una frase que resulta profundamente reveladora: “Frecuentemente me despierto en la mañana y me pregunto como es que puedo ser un arquitecto y un Inglés al mismo tiempo, particularmente un arquitecto moderno.”

Norman Foster (1999)

Con 22 años, Norman Foster había hecho de todo; había sido panadero, portero de discoteca, mecánico y, finalmente, administrativo del ayuntamiento de Manchester, algo que lo aburría terriblemente. Fue entonces cuando todo cambió. El servicio militar le permitió dejar la seguridad de aquel trabajo vacío y, al regresar, descubrió su vocación trabajando como contable de un estudio de arquitectura. Allí, empezó a copiar los dibujos de sus compañeros, luego decidió estudiar arquitectura y, poco después, consiguió una beca en Yale.

Precisamente en Yale coincidió con Rogers y se hicieron grandes amigos, incluso se casaron con dos hermanas arquitectas y trabajaron los cuatro juntos. Con Wendy fundó su primer estudio y con ella consiguió la oportunidad que lo lanzó al estrellato de la arquitectura mundial: su victoria en el concurso para diseñar el Hong Kong & Shanghai Bank. De ahí a su internacionalización en los 90, con la Mediateca de Nîmes, el aeropuerto de Hong Kong, o el metro de Bilbao… Y los reconocimientos, claro: el Pritzker, sobre todo, pero también el Imperiale de Japón y las distinciones nobiliarias.

En la actualidad maneja su imperio desde Suiza, aunque tiene en Madrid una de sus capitales más importantes, ya que en ella creó la Fundación Norman Foster, ideada para divulgar y promover la arquitectura contemporánea. Una vida apasionante y un ejemplo de constante superación y creatividad.

Zaha Hadid (2004)

Zaha Hadid es en sí misma un antes y un después en la historia de la arquitectura. Iraquí nacionalizada británica y primera mujer en ser reconocida con un Pritzker. Y podemos seguir: Alumna de Reem Koolhas y luego socia de OMA, profesora de la prestigiosísima Architectural Association, distinguida con la Orden del Imperio Británico y miembro honoraria de la Academia británica de las artes… Pero mejor paramos, porque no podríamos terminar.

Cualquier cosa que se diga de Zaha es solo un punto de partida para descubrir la increíble y polifacética obra de una maestra de diseño: joyas, coches, muebles, zapatos, barcos… Nada escapaba en su visión integral de su propio estilo. Un deconstructivismo inicial que la llevó a crear su primeros proyectos en perspectivas de 360 grados, lo que terminó por convertirse en una especie de cubismo técnico que merece la pena independientemente de su dimensión arquitectónica.

Durante los primeros años del siglo XXI la arquitectura de Zaha se vio notablemente beneficiada por el boom de las grandes obras públicas entre los starchitects. Antes de la crisis, el denominado Efecto Bilbao inoculó el virus de la arquitectura faraónica en la mayoría de ciudades con con una mínima ambición cultural. El resultado fue desigual: en algunas ocasiones, desastroso y una verdadera ruina para las administraciones locales; en otras fue un éxito. En el caso de Hadid, fue sencillamente una suerte, ya que le permitió dejar a la humanidad un gran legado antes de fallecer en pleno apogeo creativo en 2016.

Richard Rogers (2007)

A pesar de su relación con Foster y sus colaboraciones a finales de los 60, Rogers es más conocido por otra alianza, la que le unió a Renzo Piano. Junto a su socio, diseñó uno de los edificios más controvertidos del siglo XX, el centro Pompidou, una obra tan adelantada a su tiempo que resulta vanguardista más allá de cualquier consideración estética.

Como todo está conectado, tras diplomarse en la Architectural Association donde daría clase Zaha Hadid, fue alumno del primer Prizker británico, Stirling, justo antes de conocer al segundo, su amigo Norman Foster. Poco después, con su mujer y la de Foster, fundó Team 4, en donde experimento con el papel de la tecnología en la nueva arquitectura, algo que cobra especial sentido durante su asociación con Piano.

Tras ello, estableció su propio despacho en Londres y se involucró activamente en la construcción de edificios oficiales, llegando a desarrollar lo que algunos han bautizado como un nuevo estilo británico; una especie de revival del Tudor que no hace mucha justicia al talento real de Rogers. Un talento que nace de una profunda implicación con el arte, como bien demuestra su presencia en el Consejo de las Artes de Inglaterra, o su gestión al frente de la célebre Tate Gallery. Ya de vuelta a España, tenemos el placer de disfrutar de la T4 de Barajas (diseñada en colaboración con el Estudio Lamela), el Centro de Negocios de Viladecans, o las Bodegas de Protos en Peñafiel.

Texto: Nacho Carratalá.

Fotos: Tandfonline, Sir Cam (Flickr), Pinterest, Moove magazine, Academy of Achivement, Norman Foster & Partners, mobility City, My Luxe Point, Artjuice, Grupo Arca, Arquitectura y Empresa, Dezeen, Diario Club Periódico.

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