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The Unbuilt: Rascacielos

Esta semana os traemos la primera entrega de nuestra serie Unbuilt, en la que recorreremos algunos de los edificios más impresionantes jamás construidos. Y cuando decimos “jamás construidos”, lo decimos literalmente. Quedaos con nosotros y acompañadnos a ver un mundo alternativo desde tres icónicos rascacielos que nunca llegaron a construirse.

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Nacho Carratalá

 

 

La arquitectura inédita es como la destruida, solo que aún más fascinante. En ambas nos preguntamos cómo habría sido tal o cual edificio de haber llegado hasta nuestros días como lo imaginaron sus arquitectos. Sin embargo, los proyectos que nunca llegaron a materializarse tampoco llegaron a fallar. Son perfectos y eternos porque permanecen en el mundo de las ideas, ajenos a los problemas que conlleva hacerlos realidad.

 

 

De la arquitectura destruida podemos sentir nostalgia, indignarnos ante la destrucción de una obra de arte que nadie justificaría si hablásemos de una escultura, o una pintura. Pero la arquitectura irrealizada exige una suerte de nostalgia imaginativa, algo parecido a lo que los románticos alemanes denominaban sehnsucht. En definitiva, la idealización de un presente paralelo, mejor, más perfecto que el real. Pero sobre todo inalcanzable. Y ese es el principal atractivo de estos edificios, que solo podemos imaginarlos.

 

The Illinois de Frank Lloyd Wright

 

 

También conocido como La Milla, por sus espectaculares 1.609 metros de altura, este rascacielos que hoy en día doblaría la altura del Burj Khalifa fue diseñado por Frank Lloyd Right a los 89 años. De él solo se conserva un larguísimo plano y su origen, como suele suceder, es incierto; desde que proviene de un diseño para una antena de televisión, hasta que un cliente pidió al arquitecto un edificio de media milla y aquello de la “media milla” no le terminó de gustar. “Al diablo con eso”.

 

 

Lo que sí consiguió Wright, a quien la publicidad se le daba muy buen, fue una gran repercusión mediática. En 1956 convocó a la prensa para anunciar el gran proyecto y, posteriormente, organizó una conferencia con la que recaudó 25.000 dólares para su estudio. De aquel acto se sacó en claro dos cosas: su función, ser la sede del gobierno de Chicago; y unos números de escándalo: 1.730 metros, si contamos la antena, 528 plantas, 76 ascensores impulsados por energía atómica, un aparcamiento para 15.000 coches y otro para 100 helicópteros. Y todo en 1.715.000 metros cuadrados de superficie total, o en palabras de Wright: “El Empire State será un ratón en comparación”.

 

 

Pero, ¿se podía hacer algo así en los años 50? Es difícil asegurarlo al 100%, aunque sus fundamentos técnicos son factibles. El edificio funciona estructuralmente gracias a una aerodinámica muy estudiada -solo hay que ver su similitud con los rascacielos actuales más altos- y a un mástil central de hormigón armado que se interna en el subsuelo y que permite disponer los pisos libremente en altura y extensión, al tiempo que contiene todas las instalaciones y servicios.

 

 

Aunque no veamos la de Wright, a lo mejor llegamos a disfrutar de la Jeddah Tower, muy similar, aunque de “solo” un kilómetro, o la Sky Mile de Tokio; esta sí de una milla, pero prevista para 2045. Paciencia.

 

Hotel Attraction de Gaudí

 

 

Todo lo que rodea al rascacielos que Gaudí ideó para Manhattan es puro misterio, empezando por los desconocidos empresarios estadounidenses que lo encargaron. Lo único que sabemos es que eran dos, que estaban de paso por Barcelona, que corría el lejano 1908 y que querían un edificio con viviendas, museos, galerías de arte y auditorios en los cuerpos exteriores y restaurantes y un gran hotel en el altísimo cuerpo central de 360 metros de altura.

 

 

Por dentro, tras acceder a un vestíbulo de 17 metros de altura, encontramos cinco salones superpuestos con el nombre de cada continente y reminiscencias estéticas de cada uno. Una obra colosal, cuyo coste y plazo de ejecución debió lastrar su viabilidad, por no hablar de la disponibilidad de Gaudí para trasladarse a Nueva York. Con la reconstrucción de la catedral de Mallorca, las obras de la Sagrada Familia, La Casa Milà, el Park Güell y su cripta, el genial arquitecto catalán tenía trabajo de sobra sin salir de España.

 

 

Aunque su autoría estuvo en entredicho y aún hoy en día genera controversia, los estudios y tesis que se han realizado sobre algunos dibujos y croquis parecen haber despejado las dudas. De hecho, fue propuesto por la Real Cátedra Gaudí para ocupar el lugar de las Torres Gemelas, aunque la iniciativa no llegó a materializarse. Y, tras esa segunda oportunidad perdida, os dejamos con un vídeo de la serie Fringe, en el que podéis haceros una idea de cómo habría encajado el Hotel Attraction en el skyline más célebre del planeta.

 

 

 

Edificio Sellés-Miró de Howells y Rogers.

 

 

En 1918 los rascacielos no habían llegado a Europa, pero uno de 130 metros de altura estuvo a punto de aterrizar en plena Plaza de Catalunya. La idea se la debemos a un enigmático empresario llamado Ramón Sellés-Miró, quien, con la aprobación de Alfonso XIII y el respaldo de un grupo de inversores catalanes, planeó adquirir varios solares en la emblemática plaza barcelonesa para construir el edificio más alto del continente. Un coloso a la americana que debía acoger un hotel, oficinas y una estación de tren y metro.

 

 

Para hacerlo posible, este grupo de promotores contó con los arquitectos adecuados, los estadounidenses John Mead Howells y James Gamble Rogers. Entre los dos, diseñaron un rascacielos al gusto neogótico de la época. Un pedazo de Chicago en plena Barcelona. Es más, para hacernos una idea de la envergadura de proyecto y del prestigio de sus autores, basta decir que la icónica sede del Chicago Tribune, con sus 141 metros de altura, es también obra de Howells y se empezó a construir en 1923. Con solo diez metros menos y un porte impresionante, el Edificio Sellés-Miró habría supuesto un verdadero hito en la arquitectura europea.

 

 

FOTOS: Clarín, Behance, Arquine, Skyscrapercity, Pinterest, Globedia, Cargocollective, Fundación Pere Tarrés.

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