El Festival Open House nos da la oportunidad de visitar aquellos edificios que siempre vemos desde fuera, mientras nos preguntamos cómo serán por dentro. Después de tanto imaginar, o bucear por Internet en busca de fotos de los interiores, por fin podemos verlos en persona y, además, asistir a un recorrido guiado por arquitectos.
Y, por si eso fuera poco, también podemos sorprendernos con otros proyectos; los escondidos, los que nunca habíamos visto y de los que nunca habíamos oído hablar. Auténticas joyas, muchas veces intactas, detenidas en el tiempo, precisamente por su anonimato. Hoy te traemos un poco de cada, proyectos distintos con un hilo conductor: su excepcionalidad.
A principios de los 60, Francisco Higueras acababa de salir de la facultad y sus primeros proyectos consistieron en casas particulares de artistas, generalmente instaladas en la sierra de Madrid. Una de ellas, en Torrelodones, fue la del pintor Lucio Muñoz, encargada cuando el arquitecto todavía no tenía ninguna obra construida.
Hacerla realidad fue toda una experiencia: más de un año viviendo en pleno campo, diseñando la casa a la vez que se construía, replanteando su planta con estacas, cuerdas y periódicos, con Higueras dibujando y disponiendo los volúmenes desde una roca cercana. El resultado es una construcción plenamente integrada en el entorno, posada sobre una pendiente que solo permite ver la cubierta desde la entrada. Pero la sorpresa viene luego; a medida que descendemos, sus muros de piedra se van desvelando y los gigantescos aleros sostenidos por vigas dobles parecen crecer de la propia ladera.
El protagonismo de La Pagoda, su indisimulable presencia elevada sobre la M-30 y su trágico final han eclipsado otra de las grandes obras de Fisac en Madrid, el Centro de Estudios Hidrográficos. Este proyecto, solo muestra a quien está de paso un muro de hormigón continuo, o lo que es lo mismo, una coartada perfecta para desarrollar un compendio de vanguardia, diseño y técnica sin que apenas nos apercibamos.
El conjunto se terminó en 1963 y su cometido era albergar los estudios hidrográficos del Ministerio de Obras Públicas. Para dar cabida a los ensayos, con grandes modelos a escala de embalses y otras instalaciones hidráulicas, el edificio exigía un gran espacio diáfano, lo que llevó al arquitecto a diseñar sus célebres vigas hueso de hormigón postensado. Una obra maestra de ingeniería capaz de ensamblarse en piezas de un metro, permitir la iluminación cenital y favorecer la impermeabilización.
En 1995, el propio Fisac supervisó la cuidadosa reconstrucción que sustituyó las vigas postensadas por otras de hormigón pretensado continuo. No obstante, se mantuvo su reconocible sección, así como los cables de postensado en la marquesina de entrada. Un fantástico trabajo de conservación que podemos apreciar también en el mobiliario original y en la fuente de la entrada, restituida en su lugar siguiendo escrupulosamente los planos originales. Ojalá toda la buena arquitectura corriera la misma suerte.
Esta casa, en el parque Conde Orgaz, es una de esas joyas desconocidas que el Open House Festival ha sacado a la luz. Un trabajo de Germán Souto Candeira, un arquitecto gallego que dedicó su carrera a una arquitectura muy distinta de este chalet a las afueras de la ciudad. Quizás por eso, entre todos sus bloques de vivienda social y sus edificios comerciales, la Casa Gárate dejó una huella imborrable en su memoria.
Más curiosa aún es la historia que encierra; su función de ser la residencia eventual de una viuda mallorquina de la que Gárate estaba perdidamente enamorado. Su diseño sixties permanece inalterado, con un enorme sofá semicircular en torno a una chimenea, escaleras con vidrieras y dobles alturas para delimitar espacios. Mucha madera, mucho mármol y mucha piedra; alternancia de rectas y curvas; una piscina redonda de 30 metros de diámetro… Y mucho más.
Corrían los años 50 y un grupo de estudiantes brasileños que ampliaban sus estudios en Madrid decidió promover la creación de esta institución cultural. Su petición llegó hasta el presidente Juscelino Kubitschek de Oliveira, promotor de Brasilia, quien decidió llevar adelante la iniciativa.
Para ello, confió a Luis Alfonso d´Escargnolle Finho, en colaboración con el español Moreno Barberá, la creación de este colegio mayor situado junto la Ciudad Universitaria, en unos terrenos cedidos por la Junta de Gobierno del distrito. En cuanto a los costes de su construcción, Brasil pagó a España con 1200 toneladas de café. 20.000 sacos de 60 kilos que el gobierno vendió a una peseta el kilo. Es decir, este pedacito de Brasilia en Madrid costó 1.200.000 pesetas de 1962.
Fotos: Javier1949 en Flickr, Carlos Copertone y Belén Imaz para AD y Ximo Michavila.