Es habitual relacionar la ciudad con el tráfico, la contaminación y la ausencia de espacios verdes. No vamos a decir que la asociación de ideas sea equivocada. Por desgracia, en la mayoría de nuestras ciudades el panorama no es muy alentador. Sin embargo, la ciudad es parte de la solución, solo hay que esforzarse en cambiar algunas cosas.
Aunque pudiera parecer que el modelo de ciudad extensivo con grandes zonas ajardinadas es un buen sistema para contribuir a la protección del planeta, en realidad potencia todo lo contrario. Los núcleos urbanos periféricos generan necesidades de desplazamiento y servicios a sus habitantes; lo que en una ciudad densa supone un paseo de, como mucho, media hora, en las zonas residenciales exige la utilización recurrente del transporte privado. Por otro lado, en el caso de que los residentes no se vean obligados a desplazarse para trabajar o acceder a un servicio, la necesidad de transporte recaerá sobre los proveedores, o sobre las empresas de mensajería y logística.
En cualquier caso, las ventajas de la ciudad en cuanto a transporte deben complementarse con la creación de zonas verdes y la restricción del tráfico en su interior. La facilidad en los desplazamientos, e incluso la posibilidad de realizarlos a pie, o en bicicleta, debe marcar la pauta del urbanismo a la hora de reconvertir el antiguo trazado. La idea es transformar los espacios pensados por y para el coche en calles transitables para los ciudadanos.
La protección del medio ambiente es el objetivo de la arquitectura sostenible, pero también puede ser la herramienta para conseguirlo. La integración de elementos naturales en los edificios es una tendencia que cada vez cuenta con mayor aceptación. El edificio de viviendas para militares de Fernando Higueras y Antonio Miró en Madrid, construido en 1975, nos demuestra que los buenos arquitectos ya habían visto el potencial del binomio arquitectura-naturaleza.
Sin ir más lejos, Joaquín Torres y Rafael Llamazares han optado por esta solución en nuestro residencial ubicado en el madrileño barrio de Puerta de Hierro. Las jardineras de The Collection se integran en el juego de volúmenes de los edificios, lo que no solo responde a una cuestión estética. De hecho, la vegetación incorporada a la construcción filtra los gases contaminantes, al tiempo que genera oxígeno y ayuda a regular la temperatura interior.
Aparte de la inclusión de vegetación en la fachada, a través de jardineras, o incluso de jardines verticales, los propios materiales de construcción son el primer paso para crear una vivienda sostenible. Y no solo hablamos del material en sí, sino de su ubicación. La elección de materiales autóctonos, además de mejorar la integración del edificio en su entorno, genera una menor huella ambiental, ya que se reduce la distancia de transporte.
Pero si hablamos de los materiales, hay cosas que nunca fallan. Frente a los materiales más procesados y complicados de manufacturar, las materias primas tradicionales ofrecen numerosas ventajas. Por ejemplo, la piedra no requiere recursos naturales para su existencia. Además, su durabilidad permite la reutilización de las piezas y su inercia térmica asegura una mínima oscilación de la temperatura. Asimismo, la madera natural, también resulta un material con grandes cualidades para la arquitectura sostenible, un material que gracias a las nuevas técnicas constructivas permite la realización de proyectos como el edificio de Can Batlló en Barcelona, con seis plantas de altura.
Como hemos visto las posibilidades de la arquitectura sostenible son infinitas. Ahora tenemos la oportunidad de hacerlas realidad en la arquitectura residencial. En próximos artículos, veremos que, con ello, contribuiremos a construir ciudades limpias; capaces de ofrecer al mismo tiempo calidad de vida y calidad medioambiental.
Photos: Miguel Palacios, Ema Peter Portada: Christos Barbalis