Las ciudades del futuro poco tienen que ver con lo que nos habían vendido en las películas de ciencia ficción. La Nueva York de El Quinto Elemento o Los Ángeles de Blade Runner no parecían tan imposibles, sobre todo teniendo en cuenta nuestro respeto por el medio ambiente. Un respeto que tiene mucho que ver con el urbanismo desaforado que venimos sufriendo desde hace unas cuantas décadas.
Entonces, ¿qué ha cambiado? Muchos pensarán que el problema es que no hay manera de fabricar coches voladores, pero no -¿o sí?-. Aunque parezca más ficción que ciencia, la respuesta hay que buscarla en la concienciación de las grandes ciudades: poco a poco, los estragos medioambientales han hecho mella en el inconsciente colectivo. Lo que antes eran comentarios alarmantes de los ecologistas -se decía esto con verdadero desprecio-, ahora son efectos climáticos y problemas de salud. Hechos palpables que nos afectan a todos.
Por tanto, gran parte del mérito en el cambio de paradigma urbano podemos achacarlo al miedo. Pero no seremos tan pesimistas. También la arquitectura y la movilización ciudadana tienen mucho que ver. Hace ya algunos años, algunos arquitectos abandonaron la megalomanía sin sentido y pusieron en su punto de mira la sostenibilidad. Por un lado, se han revisado las técnicas constructivas tradicionales para adaptarlas a los nuevos edificios y, por otro, se ha puesto en valor el potencial de la tecnología para ahorrar energía y aprovechar al máximo los recursos.
Mientras tanto, los ayuntamientos de las grandes ciudades implementan normativas de protección al medio ambiente y promueven proyectos urbanísticos medioambientalmente sostenibles. Este empeño por hacer de la ciudad un espacio habitable se deja sentir en la demanda de activos inmobiliarios. Frente a la tranquilidad de las afueras, los barrios céntricos aportan un plus de servicios y una visión cosmopolita y diversa de la sociedad. Si a ello añadimos los planes de futuro de Madrid o Barcelona, resulta evidente el interés que despiertan estos dos iconos urbanos dentro y fuera de nuestras fronteras. Su potencial es prácticamente infinito.
Desde los proyectos de peatonalización y cierre del tráfico que entrevemos en el futuro Madrid, hasta la predominancia del transporte en bicicleta que comienza a ser una realidad en Barcelona o Valencia, esto es solo el comienzo. Los proyectos para crear nuevas zonas verdes y generar espacios sociales y culturales se complementan con los avances en arquitectura sostenible. El objetivo es la concepción de la ciudad como un hábitat medioambiental; un entorno en el que los edificios y los habitantes participan en un proceso de simbiosis entre lo urbano y lo natural.