Desde el principio, uno de nuestros objetivos fundamentales ha sido llevar la arquitectura residencial a su máxima expresión. Al fin y al cabo, venimos de unos años en los que el star system de la profesión ha adquirido esa condición a través de grandes obras públicas; proyectos faraónicos cuya contribución al tejido urbano de cada ciudad ha sido muy desigual. Es cierto que muchos se han consolidado como símbolos de identidad y motores culturales, pero otros permanecen sin uso, deteriorándose debido a sus altos costes de mantenimiento.
Y detrás de todo eso, casi a la sombra de los museos, óperas, aeropuertos y palacios de congresos, se nos olvida que la arquitectura nació para dar cobijo al ser humano. Un olvido que no es tal, si nos remontamos a los arquitectos que marcaron las reglas de juego de la arquitectura moderna. Sus apellidos, tan célebres que son marcas en sí mismos, siempre van ligados a una casa: Le Corbusier, Villa Savoye; Mies van der Rohe, la casa Farnsworth; Frank Lloyd Wright, la casa de la Cascada; Adolf Loos, la casa Steiner; Alvar Aalto, la casa Aalto; Sáenz de Oiza, Torres Blancas; Sert, la casa Patio; Bonet i Castellana, la Ricarda; los Eames, la Case Study House 8… La lista es interminable.
Por eso, ver terminada la Signature Villa 19 de Palmares, nos hace especial ilusión; porque nos sentimos ante una obra maestra, una pieza de autor que sigue la estela de las viviendas más icónicas de la arquitectura reciente. Sus formas, inconfundibles, guardan relación con el resto del resort, a través de un esquema compositivo que consiste en una serie de estratos de hormigón teñidos siempre con el pigmento ocre de la arenisca que dio forma al castillo de Silves, antigua capital del Algarve.
RCR no dejó nada al azar y trazó unas líneas maestras para que cada elemento brillase con luz propia, manteniendo la armonía y la identidad del proyecto, pero también reclamando una personalidad distintiva, acorde a los distintos usos y a su localización concreta. Así, cuando nos situamos ante el Clubhouse, nos encontramos ante un edificio expansivo, que busca ampliar sus límites y crear espacios abiertos, capaces de fomentar los recorridos y enfocado al disfrute del exterior, incluso en las acciones que transcurren en su interior. Por el contrario, la Signature Villa 19 opta por una bidireccionalidad en su relación con el paisaje: los voladizos esculturales, que veíamos proyectados hacía el cielo en el Clubhouse, aquí pretenden crear una doble sensación de exterior-interior.
Este sutil juego de fronteras se traduce en encerrar el exterior y exteriorizar el interior. Lo percibimos en las terrazas, abiertas al océano, pero cubiertas; en los patios interiores, como un recuerdo constante de la luz; y lo vemos, sobre todo, en la piscina, situada en la cubierta, no sobre el suelo, marcando un límite que la incluye en el perímetro del edificio. Un elemento externo encerrado a cielo abierto, atrapado entre sus muros y, al mismo tiempo, sobrepuesto sobre el océano.
Mientras tanto, los interiores continúan con la paleta cromática, prolongando la sensación de formar parte de la tierra y potenciando el aspecto de formación natural que identifica a Palmares. Las estancias se suceden mediante recorridos orgánicos que nos permiten ir descubriendo los espacios y sus espectaculares vistas de forma progresiva. Una suerte de exploración que se realiza de forma intuitiva y que aumenta la sensación de refugio frente al mar.
Hasta aquí, un paso más en nuestro camino para devolver a la arquitectura residencial sus máximas cotas de calidad y vanguardismo; aquellas que alcanzó con los grandes maestros del Movimiento Moderno y que hoy reivindicamos desde una visión actual, más humana y sostenible, pero también con un papel central: el que debe tener el lugar donde transcurre nuestra vida y la que aquellos que le dan sentido. Nuestro propio mundo dentro del mundo.
FOTOS: Marcelo Lopes para Kronos Homes.
TEXTO: Nacho Carratalá.