Lo fácil habría sido presentar el Museo del Prado. Nadie habría puesto en duda el enorme valor patrimonial de una pinacoteca que es una referencia a nivel global. Habría conseguido entrar sin ningún esfuerzo, pero eso sería obviar su contexto. Y su contexto es tan extraordinario como el propio museo.
La candidatura partió del equipo de Ana Botella en 2014, pero no contó con los apoyos suficientes. Sin embargo, lejos de tirar la toalla, el ayuntamiento de Manuela Carmena decidió retomar la iniciativa y elaboró el dossier que ha sido aprobado, ya bajo el gobierno de Martínez Almeida. Un periplo que debería convertirse en ejemplo para futuras acciones municipales, poniendo la cultura y el interés de la ciudad por encima de cuestiones ideológicas. En este caso, el resultado habla por sí solo.
Y eso que la categoría no era sencilla. En toda Europa no hay otro paisaje urbano que sea Patrimonio de la Humanidad. Pero es que solo existe uno más en todo el mundo y es Rio de Janeiro, con todo lo que eso significa; un entorno natural único, con una orografía y una espectacularidad paisajística fuera de toda duda. Por eso costó demostrar la unicidad y la unidad del conjunto, además de trascender las consideraciones puramente formales. En el Paisaje de la Luz había otras luces fundamentales: el arte, la ciencia y las instituciones que identifican a la ciudad.
La presencia de dos elementos con tanta personalidad individual como el Parque del Retiro y el Paseo del Prado ocasionó un dictamen desfavorable por parte del Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS). Los asesores de este organismo no estaban de acuerdo con lo que consideraban una especie de doble candidatura encubierta bajo el paraguas de una sola denominación. Su solución: prescindir de El Retiro.
El embajador de España ante la Unesco, Andrés Perelló, lo tuvo claro y lo expresó sin paños calientes: “Lo que nos piden es que Madrid se arranque un pulmón. El Prado y el Retiro son una feliz unión, cuya acta matrimonial se certifica con una cartografía de más de tres siglos de antigüedad”. La desconexión temporal alegada por el ICOMOS obviaba, además, un aspecto fundamental de ambos espacios: su gran valor natural. De hecho, la ubicación del gran pulmón de Madrid responde a la preexistencia del bulevar que es hoy el Paseo del Prado, con su gran arboleda como eje vertebrador. Hablamos de 1656 y fue el conde duque de Olivares quien impulsó el proyecto, convencido de que el paseo sería la antesala perfecta para los reales jardines. Ahí estaba la conexión y había un plano de la época para demostrarlo.
Pero todavía quedaba un escollo por parte del ICOMOS: los altos niveles de contaminación de la capital. El Ayuntamiento presentó al organismo los planes del plan de movilidad de Madrid 360, pero los defensores de la candidatura decidieron ir más lejos y darle la vuelta a la argumentación del informe negativo. Si el problema es el medio ambiente ¿qué mejor que respaldar una propuesta en la que el 75% de su superficie son espacios verdes? Sobre todo, si tenemos en cuenta que El Paisaje de la Luz ocupa 190 hectáreas. Tres cuartas partes son muchos árboles.
Precisamente los espacios verdes son, junto con el arte, una de las principales señas de identidad de este paisaje urbano. No podemos olvidar que estamos ante el primer paseo arbolado de Europa, un hito en el urbanismo del continente que tiene sus orígenes en el siglo XVI. Es verdad que hablar de sostenibilidad a finales del renacimiento no tiene sentido, al menos desde un punto de vista medioambiental, pero no podemos olvidarnos de los que supuso para los madrileños un espacio planificado en el que la vegetación fue tratada desde el principio como un elemento fundamental. Es más, imaginad cómo habría sido Madrid si se hubiera seguido este modelo durante los períodos de gran crecimiento, marcados siempre por un urbanismo centrado en el coche.
Y del resto, sobran palabras. En el eje del Prado-Retiro nos encontramos con un arquitectura sublime que abarca desde los edificios encargados por Carlos III a Juan Villanueva, como el propio Museo del Prado, o el Observatorio Astronómico, en el siglo XVIII; hasta los monumentales Palacio de Cibeles, de Antonio Palacios, y Banco de España de Eduardo Adaro y Severiano Sainz de la Lastra. Todo ello, sin olvidar las ampliaciones de Moneo en el Banco de España y en el Prado, el Caixa Forum de Herzon & de Meuron y la Casa Sindical de Asís Cabrero… Y el Thyssen y el Botánico y Cibeles y Neptuno y el Ritz y el Palace y la Casa de América, con sus fantasmas y todo. Solo nos queda decir: ¡Enhorabuena, Madrid!
FOTOS: Museo del Prado, Madrid Diario, Rafael Moneo, Francisco Cabrero, Alex Segre en AD, Bekia Viajes.
TEXTO: Nacho Carratalá.