Cruzar el umbral de una sala de lectura es detener el tiempo. Los sonidos se amortiguan, el silencio cae como un telón transparente y el aire se impregna con el aroma de los libros. Tiene algo de mágico y de cotidiano, como todos los grandes edificios que la humanidad repite una y otra vez a lo largo de su historia. Desde las míticas bibliotecas de la antigüedad, hasta las más modernas que veremos a continuación, todas encierran un componente sagrado. Bajo la materialidad de los propios libros, existe algo más grande, algo muy difícil de describir, pero muy sencillo de sentir: el conocimiento como religión y la biblioteca como templo.
RCR Arquitectes firma este espectacular proyecto que pretendía recuperar para los barceloneses el interior de una manzana de L’Eixample de Cerdà. Una tarea nada sencilla, si tenemos en cuenta que se trata de trasladar una actividad pública a un recinto cerrado y rodeado de viviendas; todo ello encajando una biblioteca, un hogar de jubilados y un espacio central ajardinado.
La solución pasó por elevar la biblioteca y dejar un gran vano de acceso que sirviera de transición desde la calle hasta el centro de la manzana. Un hueco que, desde la acera, rompe la línea de fachadas e invita a entrar y a descubrir este espacio oculto a la ciudad. Por el contrario, si atendemos a la volumetría de las fachadas que dan al interior del patio, se ha buscado una armonía con la aparente aleatoriedad de los bloques de viviendas. Para ello se ha mantenido la altura y se han reproducido los volúmenes rectangulares, salientes y retranqueados, del resto de edificios.
En cuanto a su identidad, se ha optado por el negro como color único, lo que, unido a la buena integración formal del conjunto, le otorga cierto carácter de abstracción. Un resultado que casa bien con el planteamiento idealista de proyecto: lograr un centro de intercambio intergeneracional entre los mayores del hogar del jubilado, los estudiantes de la biblioteca y los niños del parque. Uno de esos lugares que deberían proliferar en nuestras ciudades.
Martín Lejarraga Oficina de Arquitectura decidió replantear hasta la topografía de esta extensa llanura murciana para marcar un hito en una zona en pleno desarrollo. De hecho, el proyecto de la Biblioteca y el Parque de Lectura se propuso como una apuesta cultural en torno a la cual debía desarrollarse un nuevo barrio. Un punto de referencia que debía unir a los vecinos y proporcionarles un espacio de ocio y de estudio.
Si algo define este proyecto es la accesibilidad. Después de la Biblioteca de Sant Antoni, la de Torre-Pacheco se sitúa en el extremo contrario. En lugar de descubrirla, la recorremos, literalmente, por dentro, por fuera, por encima y por debajo. Los recorridos son infinitos y conectan sin apenas fronteras la biblioteca, el salón de actos y los espacios exteriores; también con sus pistas polideportivas, sus invernaderos y sus zonas de juego. Al fin y al cabo, el suave clima mediterráneo lo hace posible durante prácticamente todo el año. El edificio es parte del terreno, no destaca, sino que se entierra y, a su vez, el suelo se eleva para cobijarlo, como una franja permeable que no limita el uso del conjunto. Más bien, lo multiplica.
Continuamos con un nuevo desarrollo urbano que debe crecer en torno a un polo cultural, solo que, en este caso, nos vamos a la otra punta del país para ver cómo funciona el planteamiento contrario. En lugar de la propuesta extensiva de Torre-Pacheco, en Carballo nos encontramos con un edificio que sólo ahora podremos contemplar desde cualquier ángulo, ya que quedará completamente engullido por la trama urbana. En este sentido, no hay espacio para las zonas verdes, lo que obliga sacar el edificio hacia el exterior para crear una plaza pública interior.
Imaginar este edificio rodeado de bloques de viviendas pone en valor la arquitectura de Óscar Pedrós y su valentía para reclamar un protagonismo absolutamente justificado. Los volúmenes de inspiración brutalista tienen un valor escultórico, mientras que el interior es pura luz y diseño nórdico. En cuanto a su función, al igual que su construcción anticipada, se vuelca en el futuro, poniendo especial énfasis en las nuevas tecnologías, pero manteniendo en el corazón del edificio la biblioteca en papel.
Tras ser incendiada durante la Guerra Civil, el complejo educativo de las Escuelas Pías no se reconstruyó. Al contrario que muchas otras iglesias madrileñas, esta permaneció en ruinas hasta 2001, cuando comenzó una ambiciosa rehabilitación del todo el conjunto para instalar una sede de la UNED. Y en ella, como no podía ser otra manera, la biblioteca jugaba un papel central. Por eso se optó por ubicarla entre los enormes muros de ladrillo de la iglesia, pero con la condición de preservar el aspecto de ruina sobre cualquier consideración estética.
De hecho, en este punto cabe una reflexión sobre la identidad visual de los edificios y las rehabilitaciones. Después de 70 años siendo una pura ruina, es difícil que esta iglesia pudiera ser otra cosa. A nadie se le ocurriría reconstruir el Coliseo, porque dejaría de ser el Coliseo. Pues en con este proyecto sucede algo similar: tanto para los vecinos de Lavapiés, como para cualquiera que la hubiera contemplado en las últimas décadas, el rasgo identificativo de este edificio, más que cualquier otra cosa, era su estado de ruina. Una circunstancia que puede parecer una limitación, pero que es una gran ventaja estética si se afronta desde la perspectiva correcta. Una ruina es singular, no puede reproducirse.
Y eso es precisamente lo que hizo José Ignacio Linazasoro, respetar el edificio y actuar sobre él sobre a modo de intervención, más que de reconstrucción. Los nuevos muros no tocan los antiguos, la nueva cúpula no se asoma al exterior, las carpinterías de las ventanas se ocultan y, frente a la solidez de la piedra y del ladrillo preexistentes, se elige la madera como material principal en las nuevas estructuras interiores. Por último, merece la pena prestar atención a la iluminación artificial de inspiración bizantina, que potencia el aspecto sacro del lugar y funciona a la perfección en el nuevo uso del edificio. Una visita obligada.
FOTOS: Eugeni Pons, Secretos de Madrid, David Frutos, Pinterest, Linazoro y Sánchez.