No obstante, esas formas angulosas, esos pilares descomunales de la estructura vista; esa textura, con las vetas de la madera que contuvo el hormigón mientras fraguaba; todo ese disparate de ventanas inclinadas y celosías imposibles está haciendo furor entre los apasionados de la arquitectura. Puede que su apariencia no sea la más amable, pero, si leemos entre líneas, encontraremos maravillas de la ingeniería con algo más que estética tras sus paredes: un movimiento heredero del racionalismo y de sus aspiraciones sociales y artísticas.
Muchos ponen el punto de mira de este movimiento en Le Corbusier y su Unitéd´Habitation en Marsella (1952). Un proyecto racionalista que aplicaba parte de las premisas expuestas en la Ville Radieuse y cuyo material, el béton brut (hormigón crudo), acabaría dando lugar al término brutalismo. Una denominación que, en cualquier caso, recoge perfectamente sus premisas constructivas; la utilización de los materiales estructurales en bruto, sin aditivos, ya sea hormigón, ladrillo, o acero. Lo importante es que esté a la vista, que conforme la imagen del edificio. Lo que se ve es lo que hay; arquitectura sin trucos ni artificios, brutalmente honesta.
Podría decirse que en todo el mundo y en ninguna parte. A pesar de tener como padrinos a Le Corbusier y a Eero Saarinen, el brutalismo, desde sus inicios, generó un fuerte rechazo en gran parte de la sociedad y también entre algunos profesionales y teóricos de la arquitectura. Probablemente aquella utopía hecha a la medida del ser humano, gracias al Modulor, tenía poco de humano una vez construida, pero no podemos echarle toda la culpa a Le Corbusier. Los gobiernos que utilizaron la arquitectura brutalista, en muchos casos se olvidaron del urbanismo que debía acompañarla. Prescindieron de las grandes avenidas ajardinadas, de los parques y de los servicios públicos y se limitaron a levantar monstruos de hormigón encarados entre sí, a modo de guetos grises e impersonales en los que nadie querría vivir. Un fracaso que asoció para siempre brutalidad con brutalismo.
A pesar de ese tratamiento despectivo y de su descrédito generalizado, hay grandes ejemplos de arquitectura brutalista que deben ser valorados, no solo por lo que supusieron en su día, sino porque, con el tiempo, han otorgado al movimiento el reconocimiento que merece. Podemos empezar por Londres, una de las ciudades sembradas con algunos de los más ambiciosos proyectos brutalistas. Pero, entre todos, destacamos el Robin Hood Garden, un enorme residencial proyectado los pioneros de brutalismo, Alison y Peter Smithson, quienes concentraron en él su particular visión del urbanismo. Un hito de la arquitectura urbana que fue demolido entre 2015 y 2018, a pesar de la oposición de arquitectos y ciudadanos. Otros ejemplos que merecen una revisión son la Biblioteca Geisel de la Universidad de California (1970), el Banco de Londres y América de Sur en Buenos Aires (1966), el Habitat 67 en Montreal (1967), la Torre Genex de Belgrado (1977), La Pyramide de Abidjan (1973), la Trellick Tower (1966) en Londres, o el Banco de Georgia (1975), entre muchísimos más.
En nuestro país, la arquitectura brutalista tuvo su representación, sobre todo, en Madrid, donde podemos encontrar proyectos que forman parte de lo mejor de nuestra arquitectura. Algunos de nuestros preferidos son La Corona de Espinas (1970) la iglesia de Nuestra Señora del Rosario de Filipinas (1970), La Pirámide (1979), la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, la Torre de Valencia (1973), o la Torre del Complejo Cuzco (1973). Y fuera de Madrid, destacan en Barcelona la Torre de Colón (1970), o la Torre Urquinaona (1970).
Después de este pequeño recorrido por lo mejor del brutalismo, seguro que te apetece sumergirte de cabeza en un buen mar de hormigón. Al fin y al cabo es la materia que más consumimos después del agua. Si es así, te invitamos a visitar las mejores cuentas de Instagram para descubrir tesoros desconocidos alrededor del mundo: New Brutalism, Brutal Architecture, BrutGroup, SocialistModernism, Neobrutalism, o Brutopolis.