Bofill ha sido uno de los grandes. Es indiscutible; por encima de modas y tendencias consiguió crear un estilo nacido de su propia trayectoria: ecléctico, internacional, posmoderno, moderno, vanguardista y, en definitiva, genial. Desde que en los 70 fundó su Taller de Arquitectura junto a filósofos, artistas, poetas e ingenieros, sus proyectos trascendieron su atractivo mediático y su condición de estrella de la gauche divine. El eterno enfant terrible de la arquitectura española dejó que sus proyectos hablasen por él y recorrió un camino que se convirtió en el mundo entero, donde su legado se extiende por Europa, África, América y Asia.
En sus primeros proyectos, como el Barri Gaudí, el Castillo de Kafka o el Walden 7 hay un claro estilo estético, que alcanzaría su cénit en la Muralla Roja, pero, sobre todo, hay una idea de vida en comunidad. De igual modo que sus poblados utópicos de Argelia, el Barri Gaudí se convierte en un zoco, donde los habitantes transitan por galerías y soportales, al resguardo del sol, pero también a cielo abierto, por las azoteas, que forman parte de su entramado de recorridos. Algo parecido a lo que una década más tarde pondría en práctica en sus colosales proyectos urbanísticos de vivienda social en la periferia de Paris. Entornos casi irreales, ejecutados en un posmodernismo llevado al extremo, cuya monumentalidad los ha convertido en escenarios de sagas cinematográficas como Los juegos del Hambre.
En todos, existe esa idea de estrechar lazos a través de los espacios comunes. Que sea la arquitectura la que ponga los medios para cohesionar el tejido social, que provea a los ciudadanos de espacios de encuentro, jardines en los que reunirse y hablar, compartir ideas y, quizás, iniciar un nuevo movimiento social. O lo que es lo mismo, su experiencia en el Taller de Arquitectura trasladada a al urbanismo. De igual forma que lo hizo en la misma década en Valencia, cuando en 1987 inauguró el primer tramo del Jardín de Turia. Un gran parque que cosió la trama de la ciudad y cambió su funcionamiento para siempre. Con él, la capital valenciana inició un proceso de modernización que la ha convertido en una de las ciudades más atractivas del Mediterráneo.
Y por eso quisimos contar con Bofill para volver a Valencia en 2017. Aquel año, Kronos Homes anunció que él sería el encargado de diseñar el edificio residencial más alto de la ciudad. Un rascacielos que, además, debía completar la puerta de entrada a la ciudad a través de la avenida de Les Corts Valencianes. Un arteria fundamental en la Valencia moderna. Y con su último rascacielos, Bofill cerró el círculo que había iniciado con el Jardín del Turia. Ikon, surgido del lápiz de nuestro arquitecto más universal, cumplió con el significado de su propio nombre. Hoy, ya terminado, es un icono del futuro de Valencia, un punto de referencia y, lo que es más importante, la última pieza del legado de Bofill. Un símbolo arquitectónico de un valor incalculable.
Atractivo, polémico, admirado e inimitable, Ricardo Bofill fue la primera estrella mundial de la arquitectura española. Por su genial concepción de la arquitectura y su legendaria trayectoria, Kronos Homes le encargó algunos de sus proyectos más emblemáticos. Si no estás familiarizado con este catalán universal, a continuación repasamos la carrera de un personaje único e irrepetible.
Hijo del también arquitecto Emilio Bofill y de la veneciana María Levi, Ricardo Bofill nació el 5 de diciembre de 1939 en la Ciudad Condal y se formó en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona y en la de Ginebra (Suiza).
En 1963 conformó un grupo multidisciplinar integrado por perfiles de lo más diverso (arquitectos, filósofos, ingenieros, poetas, sociólogos…), que sentó las bases del mítico Taller de Arquitectura (RBTA). Desde allí, su singular visión del urbanismo no tardó en materializarse en proyectos como el bloque de apartamentos de la calle Nicaragua de Barcelona (1965), el barrio Gaudí de Reus (1968) o La Muralla Roja de Calpe (1973). Incluso su hermana, Anna Bofill, llegó a participar en el diseño de edificios icónicos, como el Walden 7 de Sant Just Desvern (1975).
Tras aquellos inicios en nuestro país, a finales de los años 70, Bofill abrió un estudio en París. En la vecina Francia se involucró en numerosos trabajos, desde el barrio urbano de Les Arcades du Lac (1982), a las afueras de la capital gala, hasta el barrio de Antigone en Montpellier (1999). Sin embargo, los trabajos de Bofill no se limitaban a España y Francia. El arquitecto dejó su impronta a lo largo y ancho del planeta: tan pronto abordaba el diseño de un edificio de oficinas en Moscú como en Chicago.
En nuestro país, entre sus últimas creaciones destacan el Teatro Nacional de Cataluña en Barcelona (1997), el Centro Cultural Miguel Delibes de Valladolid (2007), el Palacio de Exposiciones y Congresos de La Coruña (2003), o el popularmente conocido como hotel vela de Barcelona (2009).
En resumen, el arquitecto sobresalió por una obra realmente prolífica que ha tenido continuidad en sus hijos: Ricardo Bofill Jr. y Pablo Bofill, actualmente a cargo del Taller de Arquitectura.
El 14 de enero de 2022 falleció Ricardo Bofill víctima de COVID-19. A sus 82 años, el arquitecto no pudo sobrevivir a las complicaciones de la enfermedad provocada por el coronavirus SARS-CoV-2. Las reacciones a su fallecimiento no se hicieron esperar. Entre ellas, las de otra estrella de la arquitectura española: Rafael de La-Hoz. “Cuando Bofill irrumpió en España, tan joven, representó un fulgor, un destello, una descarga eléctrica por las cosas que hacía y contaba. Y por su modo de trabajar”, manifestó en la película El sentido de la arquitectura producida por Kronos Homes.
Hoy en día, al frente del negocio familiar se encuentran sus hijos: Ricardo y Pablo. En el caso del primero, fruto de la relación del arquitecto con la actriz italiana Serena Vergano, nació en Barcelona en 1965 y en su juventud adquirió notoriedad al casarse con Chábeli Iglesias. Su matrimonio con la hija de Julio Iglesias apenas duró tres años. Y, con posterioridad, estuvo ligado sentimentalmente a la cantante mexicana Paulina Rubio.
Durante una época, Ricardo Bofill hijo se convirtió en un personaje muy mediático. Habitual de espacios televisivos y de la prensa del corazón, publicó varios libros y dirigió películas. Actualmente, tras decidir que “quería acabar con aquello” para forjar una “trayectoria seria”, está centrado en su trabajo como arquitecto.
En cuanto a su hermano Pablo Bofill (1980), originario de París, es hijo de la polifacética artista francesa Anabelle d’Huart, con la que su padre mantuvo una relación tanto sentimental como profesional.
Hablar de las obras de Ricardo Bofill es hacerlo de un porfolio inmenso. “He hecho unos mil proyectos, he trabajado en muchos países y he construido en muchas ciudades”, manifestaba en El sentido de la arquitectura.
Entre otros, estos son algunos de los proyectos más destacados que lideró el arquitecto barcelonés:
Obviamente, entre sus obras más significativas figura la fábrica de cemento de San Just Desvern que Ricardo Bofill transformó en su casa. “Aquí vivo y trabajo mejor que en cualquier otro lugar”, afirmó en la página web de su estudio de arquitectura.
De igual manera, durante su trayectoria desempeñó un importante papel en el diseño urbano de numerosas ciudades. Y contribuyó a hacerlas más sostenibles y habitables creando espacios verdes como los el Jardín del Turia (Valencia), el parque de Riouxa (Vigo) o el parque del Manzanares (Madrid).
En definitiva, una magna obra que quedó plasmada en libros como Visions of architecture. Un volumen definitivo que repasa sus obras y su particular interpretación de la arquitectura.
Sin duda, el concepto visionario de Bofill no pasó inadvertido. Y el mismo se vio respaldado por diferentes premios y reconocimientos. Entre ellos, los siguientes:
Antes de su fallecimiento, el arquitecto Ricardo Bofill plasmó su inigualable sello en dos proyectos de Kronos Homes: Ikon, el edificio más alto de Valencia; y Brava, un verdadero homenaje al Mediterráneo en primera línea de playa en, Platja d’Aro (Girona).
En la película El sentido de la arquitectura, Bofill destacaba su magnífica sintonía con Saïd Hejal, CEO de Kronos Homes. “Conocí a Saïd hace unos años y trabajamos muy bien juntos. En un mundo tan difícil como el inmobiliario, conocer a personas como él es una excepción”, señalaba.
Por su parte, el CEO de Kronos Homes reconocía que tuvo una conexión muy especial con el desaparecido arquitecto. “Fui a su estudio e hicimos clic, conectamos rápidamente. Su visión de la arquitectura era muy amplia y se implicó en los planes urbanísticos de muchas ciudades. Entre ellas, Valencia. Por eso era importante trabajar con él. Ha sido un gran honor”, resaltaba Hejal de quien sostuvo que el proyecto es la esencia de la arquitectura.